Hace unos días escuché al periodista y politólogo Claudio Fantini prever que conviviremos con un ciclo de pandemias a escala global, sugiriendo un abordaje también global para proveer escenarios de anticipación que hagan menos traumáticas sus consecuencias.
Más allá de las controversias que rodean al tema de las diferentes vacunas, es de destacar la velocidad con que la ciencia las ha desarrollado. Fantini lo definió como una proeza científica.
Si por un momento aceptamos la hipótesis de que viviremos enfrentando pandemias, creo que sería conveniente focalizarnos en las cosas que como seres humanos nos acercan - factores comunes - más que en las diferencias, tanto las existentes como aquellas que provocamos por exacerbar nuestros sesgos.
Compartiendo entonces los puntos de vista relevantes que surgieron de la reflexión de Fantini, se me ocurre ¿podríamos aspirar a una proeza sociopolítica de líderes globales que puedan actuar como estadistas para acordar un plan de alcance global que apunte a proteger la vida de las personas?
Pienso, humildemente, que para aspirar a tal desafío la condición prioritaria sería que quienes se sentaran en esa hipotética mesa, aceptaran la diversidad de miradas que por lógica aparecerán considerando las diferencias culturales, políticas y sociales de origen de cada uno de los representantes. Reconocer a priori, para luego construir en conjunto, que no piensa igual la gente de China, de India, de Argentina, de Estados Unidos o Dinamarca.
Para esto, habrá que tomar seriamente y con fuerte compromiso los temas que solemos predicar sobre diversidad e inclusión. Sobre todo, su conveniencia en la conformación de equipos, organizaciones, instituciones; sin dejar de lado la “incomodidad” que implica aceptar tal diversidad.
Un ejemplo típico a nuestro alcance es el impacto del rol del líder en un equipo de trabajo diverso, quien debe aceptar las diferentes opiniones que potencialmente surgirán ante una idea propia. Lo inherente a estos equipos son las distintas miradas de sus integrantes frente a una misma situación; lo que justamente busca enriquecer la decisión, pero supone la convicción del beneficio por parte del líder.
Reforzando este aspecto, quisiera recordar un concepto que mencionara en una nota escrita hace unos meses atrás (Los Liderazgos crujen). Necesitamos propiciar la presencia de líderes dispuestos a aceptar su propia ignorancia y, por lo tanto, orientados a nutrirse de la ventaja de la diversidad de opiniones a la hora de las decisiones.
Hace unos días hemos visto una muestra extraordinaria de falta de ejemplaridad desde el rol del líder de un país que puso en riesgo su sistema político. Pero el sistema mucho menos personalista y respetado por el colectivo hizo que predominaran las reglas de juego sobre la intención individual de ruptura.
Si contáramos con un escenario en el que la diversidad fuera valorada y acordáramos que hay temas que trascienden los intereses particulares por su carácter amenazante para la humanidad – como lo inédito de la pandemia global que estamos viviendo – probablemente pudiéramos acordar una acción colectiva que procurara llevar mayor certeza y equidad en el abordaje.
Entonces ¿Sería factible una proeza sociopolítica global?
Hoy depende de los líderes que ya hemos elegido. En el futuro, este interrogante debería influir en nuestras decisiones de elección.
Tal vez, este podría ser el “start up” con propósito de la “nueva normalidad” de la que tanto hablamos, pero nadie conoce.
Publicado por Raúl Lacaze