Hace aproximadamente un año publiqué un artículo sobre los liderazgos y las conductas de quienes debieran proveer alguna sensación de certeza. Decía que en general estábamos viendo comportamientos pobres y escasos de ejemplaridad de parte de líderes muy visibles.
Con este antecedente, me gustaría referirme hoy a lo que denominamos autoritarismo y su connotación más común. Estamos habituados a referenciar y reservar esta palabra para modelos de gobierno que llegan a alcanzar su poder rompiendo el sistema político.
Pues bien, quisiera provocar una reflexión: focalizarnos en recordar y enfatizar que el autoritarismo es un comportamiento, sin propiedad de un tipo de sistema político.
Al tratarse de un comportamiento, está basado en pensamientos que condicionan sentimientos y, por lo tanto, generan conductas con resultados tangibles en nuestras acciones.
Obviamente, nuestros comportamientos también pueden verse condicionados por algunos sesgos comunes. Pero quisiera destacar dos que combinados parece que actúan como contaminadores de la mirada de mucha gente en estos tiempos: el sesgo de similitud nos hace preferir lo que es como nosotros sobre lo diferente; más el sesgo de seguridad que nos dispone a privilegiar protegernos de las pérdidas por sobre el riesgo de buscar las ganancias y beneficios.
Entonces, cuando los comportamientos autoritarios son realizados por personas con las que tenemos afinidad tendemos a justificarlos con argumentos que hasta pueden contraponerse con los que hemos esgrimido ayer – sesgo de similitud – aún más, si este comportamiento puede sostener alguna condición que no quisiera perder – sesgo de seguridad.
Esta combinación nos quita objetividad y, fundamentalmente, aborta las posibilidades de convenir modos de abordar una situación, problema o lograr consentimiento para tomar una decisión y, si corresponde, ejecutar un plan asociado.
La ideología al extremo, como todo fanatismo, puede negar lo evidente si eso perjudica a su objeto de idolatría.
Por otro lado, la dependencia obstaculiza el criterio propio porque el disenso con quien provee pone en riesgo la provisión.
Estamos observando comportamientos autoritarios en modelos de gobierno contenidos en sistemas políticos que se suponen representativos de la voluntad colectiva.
Esto fundamenta identificar en el autoritarismo un comportamiento nocivo y a contramano de la mentalidad abierta, propensa a la diversidad y sobre todo a empoderar a las personas para incentivarlas a ofrecer su mejor versión.
Publicado por Raúl Lacaze