Estamos viviendo un tiempo inédito, pero similar y contemporáneo en sus causas a nivel global. Con estos contenidos, sin embargo, los escenarios previos claramente no eran similares y mucho menos las conductas de quienes debieran proveer alguna sensación de certeza en el manejo de las consecuencias. En general, estamos viendo comportamientos pobres y escasos de ejemplaridad de parte de líderes muy visibles. La diferencia es que hay algunas sociedades que tienen mecanismos para mitigar los efectos que son respetados por el colectivo y cuyos líderes individuales, por más trasnochados que parezcan en sus expresiones, terminan por aceptar las reglas de juego que como sistema se han provisto. Necesitamos equipos empoderados para que la toma de decisiones se enriquezca y, aún con errores, las consecuencias sean producto del aprendizaje compartido, inherente a estos tiempos. No quiero improvisar sobre si estamos ante un momento bisagra, pero creo que las circunstancias nos han hecho elocuente la necesidad de cambio en la manera en que aceptamos las formas en que se ejerce el liderazgo de los distintos tipos de núcleos sociales. Son tiempos de desafío a lo conocido pero, además, tiempos de reconocimiento de que la elección de los caminos a transitar no puede estar encapsulada. Creo que debiéramos propiciar la presencia de líderes de bajo perfil. Aquellos que influyen con su conducta de mente abierta y aceptación de su propia ignorancia y, por lo tanto, orientados a desarrollar equipos diversos en todas sus variantes para apoyarse y nutrirse a la hora de las decisiones. Alguna vez compartí con un equipo de trabajo una frase de Florentino Ameghino, entre otras cosas, antropólogo y científico autodidacta: “Cambiaré de opinión tantas veces y tan a menudo como adquiera conocimientos nuevos. El día que advierta que mi cerebro haya dejado de ser apto para estos cambios, dejaré de trabajar. Compadezco de todo corazón a todos los que después de haber adquirido y expresado una opinión, no puedan abandonarla nunca más” Obviamente, el sentido común nos dice que cambiar de opinión no es lo mismo que desdecirse; tan común en nuestros días.
Publicado por Raúl Lacaze